sábado, 9 de diciembre de 2006

EL ECUMENISMO


La gran tragedia de la Cristiandad es la desunión existente entre las Iglesias que componen el Cuerpo de Cristo. Desde hace muchos siglos la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia se presenta dividida y fragmentada. Pero no solo aparece dividida sino que, tristemente es decirlo, persiste la división, por cuanto la mayoría de las fracciones no se avienen (al menos con el entusiasmo deseable) a resolver sus diferencias, a fin de acabar con el escándalo de la separación.El Señor y Cabeza de la Iglesia, Jesucristo, poco antes de entregar su vida por la redención del género humano, ya oró a Dios a favor de la unidad de sus seguidores diciendo: "Padre, te pido que estén unidos, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mi y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado". Jesús conocía la debilidad humana, los intereses humanos y las apetencias de no pocos de sus inmediatos seguidores. Aunque los amonestó frecuentemente en cuanto a la humildad, al desprendimiento, al servicio, con todos sus discípulos, no se mantuvieron siempre unánimes y ya hubo discrepancias desde los primeros tiempos del cristianismo. (1ª Corintios 1:10-13) Aquellas primeras desavenencias fueron corregidas y superadas en muchas ocasiones, por lo que la vida de la iglesia, dentro de la diversidad de procedencia de sus componentes, se mantuvo en la unidad por largos siglos.La primera gran ruptura en la Iglesia tiene lugar en el siglo XI, cuando la Iglesia Oriental (griega) y la Iglesia Occidental (latina) se separaron. La Iglesia oriental sigue fiel a los 7 Concilios Ecuménicos. Otra gran ruptura, esta vez dentro de la Iglesia occidental, se produjo en el siglo XVI, cuando surge el movimiento conocido como la Reforma. Han sido muchas las razones esgrimidas para justificar estas rupturas. No fueron simples caprichos de aquellos que se oponen a doctrinas y expresiones cúlticas y de procedimiento, cuando no de orden moral, sino que fueron defendidas con la Palabra de Dios, que ponía de manifiesto, incluso apelando a la tradición, que dentro de la Iglesia había irregularidades de fe, de organización y de práctica. La doctrina se había adulterado en ocasiones; la organización se había mundanizado, el escándalo entre los clérigos no era cosa extraña...
El deseo de restablecer la unidad perdida se acrecentó en el siglo pasado. Los intentos encaminados a restablecer la unidad entre las iglesias separadas han desembocado en el Movimiento Ecuménico. Gracias a Dios, muchas barreras van cayendo, como son la enconada enemistad, la persecución, la intolerancia, el anatema. De todas formas, el camino a recorrer es pedregoso. No obstante muchos cristianos están superando las dificultades, lo que ha llevado a posturas más comprensibles. Por ejemplo, con la creación del Consejo Mundial de Iglesias en el año 1948, se ha llegado a reunir a iglesias de las más dispares tradiciones: Ortodoxa, Anglicana, Protestante, etc. La Iglesia Católica Romana no forma parte todavía de dicho Consejo, aunque colabora con el mismo en diversos campos. El Ecumenismo no consiste en la absorción de una iglesia por otra, ni en aceptar, sin más, todo lo que el "otro" sostenga. El ecumenismo propugna la búsqueda de la unidad en la verdad. La unidad tampoco presupone uniformidad, pues la Iglesia ha tenido y tiene diferentes y muy respetables tradiciones, lo que significa un enriquecimiento recíproco. En España el movimiento ecuménico pasa actualmente por un momento de debilidad. Las iglesias que están empeñadas en el mismo son la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Anglicana y una rama de la Iglesia Evangélica. Otras iglesias no sienten entusiasmo por el Ecumenismo.