domingo, 25 de febrero de 2007

CONSAGRACIÓN EPISCOPAL DE
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MONSEÑOR PABLO MANUEL DE ITÁLICA


S.B. Evloghios de Milán

Vladika Pablo de Itálica y Vladika Juan Climaco

VLADIKA PABLO MANUEL DE ITÁLICA

Consagrado Obispo Subconditione

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lunes, 11 de diciembre de 2006

Lección de Navidad, por el padre Alfonso Gil González

Lección de Navidad

Digamos, para empezar, que, probablemente, no hay unas fiestas tan universales, en el tiempo y en el espacio, como las de Navidad. Desde aquella ocurrencia sanfranciscana (s. XIII) de representar el nacimiento de Jesucristo, hasta nuestros días, estas fiestas navideñas ocupan tal protagonismo histórico, que difícilmente una sociedad tan secularizada como la de este siglo XXI podrá, no digo anular, ni siquiera oscurecer. La razón, creo yo, radica en que el acontecimiento del Verbo humanado está preñado del más puro humanismo, hasta tal punto que, quiérase o no, la propia historia de los mortales se cierra y se abre con la ayuda de esta bisagra del nacimiento de Cristo, el arquetipo humano.
No es que san Francisco de Asís inventara la Navidad. En todo caso, su inspirada ocurrencia impulsó la costumbre de nuestros belenes. Desde muchos siglos antes, el nacimiento, o mejor, la encarnación de lo divino, ya era presagiado por los corazones con ansias de un mundo nuevo, desde los grandes profetas del Antiguo Testamento hasta el gran poeta Virgilio, según leemos en una de sus Églogas. Pero el Poverello supo identificarse con el mensaje y lo proyectó al mundo de su época y de las venideras centurias. Y es que la Navidad, desde el más pequeño detalle, tiene como ínsito el mejor deseo de todo corazón.
Ya en su mismo inicio, la Navidad es un anuncio de paz y de amor irrevocables. Y, ya en su inicio, los hombres sencillos lo acogen y comparten. Y es que, desde el Niño Dios, la Navidad nos señala cómo el nacimiento de cada hombre hemos de verlo, de contemplarlo, con la alegría esperanzada de que, por fin, el universo de antivalores dé paso al de los verdaderos y humanizantes. Una lección que históricamente cuesta asimilar. A lo más, los pueblos en lucha, por estas fechas entrañables de la Navidad, daban tregua a la efusión de sus torpes modos de dialogar y dirimir contiendas. Lo que, con ser positivo, es a todas luces ridículo. Toda tregua, para luego volver al ataque, es, como mínimo, una tomadura de pelo.
Además de la sencillez, de la paz, del amor, la Navidad es una lección de compromiso y solidaridad. Si Dios se humaniza, los humanos no podemos desentendernos de nuestros congéneres y, menos, de aquellos que pasan por la tierra suplicando una mirada compasiva, un intento de entender por qué la desigualdad nos es tan beneficiosa a los del norte planetario. Es, por ello, que en Navidad resulte tan absurdo el exhibicionismo epulónico, cuando la gran masa humana apenas se lleva a la boca las migajas que caen de la mesa de los opulentos.
La Navidad es una lección de gozo y de alegría. El gozo ya lo tienen dentro aquellos a los que el Espíritu mueve. La alegría ha resultado ambigua entre los hombres. No digamos nada la risa o la risotada. A falta del gozo interior y verdadero, del que la Navidad se hace pregonera y fabril, nos hemos construido alegrías de origen falso y sucedáneo. Todos sabemos de qué va esto. Pero ni las litronas, ni el botelleo, ni las drogas, ni los lupanares aportan a nuestra juventud un ápice de la verdadera alegría que sí lleva consigo la Navidad.
Inmersos en un mundo en que libertad es igual a libertinaje, encuentro de culturas a revoltijo incultural, democracia a suma de votos, es posible que la Navidad sea un estorbo, en la misma medida en que se erige maestra de convivencia sobre pilares de paz, amor, sencillez, fraternidad y gozo. Hoy los tiros van por otro lado. ¿Que el hambre no hay modo de erradicarlo? Y a nosotros ¿qué? Nos hartaremos de turrón, mantecados y otras lindezas. Y haremos regalos para quedar bien. Y celebraremos comidas de empresa. Y cantaremos, de paso, villancicos. Todo, menos que el misterio navideño cale hondo. Eso se lo dejaremos a los monjes y monjas de clausura, que no tienen otra cosa que hacer. Nosotros seguiremos con nuestras comilonas y borracheras, hasta que nuestro mundo explote, y todo se trueque en paja, y a ésta se arroje en las llamas del infierno que ya hemos avivado desde esta Tierra nuestra.
Si, por el contrario, pensamos que la Navidad todavía debe seguir proyectando su estrella, para que nos encontremos, sabios o ignorantes, ante la cuna de Belén… ¡FELIZ NAVIDAD!


Padre Alfonso Gil González
(Cehegín)

FESTIVIDAD DE SAN NICOLÁS 6 de diciembre de 2006

6 Diciembre 2006 (Festividad de San Nicolás)

En nuestra Capilla de San Serafín de Sarov en Sevilla se ha celebrado una vez más el día de San Nicolás con una audiencia más numerosa que en pasados años, quizás debido a que un periódico regional, “El Correo de Andalucía”, anuncia todos los días la existencia de la única Iglesia Ortodoxa Española (Oriental-Hispana) , no solo en Sevilla, sino en toda España. Así cada día van llegando más personas ortodoxas de diferentes países como Grecia, Estados Unidos, Rusia y Persia.
Todos los niños recibieron regalos después de la Divina Liturgia que resultó muy bella con el canto del pequeño coro que ahora se está formando con una mezcla de cantores, rumanos, búlgaros y georgianos.
Damos gracias al Señor por todos los fieles que se van quedando en esta parroquia humilde pero rica en bendiciones.


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Bautismos

Es rara la semana que no celebramos bautismos en nuestra Parroquia. Los domingos a las 11 de la mañana suelen tener lugar la mayoría de ellos seguido de la Divina Liturgia en la que el nuevo cristiano recibe el pan de los ángeles. Desde septiembre que empezamos el año eclesiástico se han bautizado en nuestra Capilla los niños: Iulian Constantin Cioara que fue apadrinado por Dan Groza y Gabriela Onea; Ana María Ursan, apadrinada por Mihai y Elena Cimpoeru; Rares Nicolas Cata, apadrinado por Ioan y María Dogaru; Daria Câlina Ivan, apadrinada por Ioan Ivan y Ana Barragán; Andrei Gabriel Sovre, apadrinado por George y Florica Ivan; Antonio Fernando Petre, apadrinado por José y Antonia Ganfarina; Cerasela Bianca Florea apadrinada por Mario y Cerasela Florea; Robert Iulian Soika, apadrinado por Trandafir y Florica Terci; Ana María Ioanitá, apadrinada por Marian y Camelia Ionitá; Francisco Marco Siia, apadrinado por Aurel y Delia Mozoru; Aguasantas Sara Stanciu, apadrinada por Moise y Nita Stanciu y Sorina Mihaela Irinel, apadrinada por Sebastián y Petronila Ceausu. Pedrimos al Señor que les bendiga y a la Santa Theotokos que les proteja con su manto celestial.

sábado, 9 de diciembre de 2006

NUESTRA HISTORIA

Hace ya más de dos mil años que Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra y fundó la Iglesia a través de sus Apóstoles y discípulos para salvación de la humanidad. Las iglesias que fueron fundadas por los Apóstoles pertenecen a los cinco patriarcados de: Constantinopla, Alejandría, Antioquia, Jerusalén y Roma. Todas estas iglesias estaban unidas en la fe, la liturgia y la participación de los sacramentos. Después fueron fundadas las de Sinaí, Grecia, Rumania, Yugoslavia, Rusia, Ucrania y otras. Estas iglesias, independientes en su administración, están en completa unión una con otra, excepto la de Roma, pues se separó de las otras en 1054 y desde entonces ha añadido nuevos dogmas. En materias de fe, doctrina, tradición, liturgias y servicios, estas otras iglesias son exactamente iguales. Las enseñanzas de la Iglesia se derivan de dos fuentes: las Santas Escrituras y la Santa Tradición (Juan 21:25). La fe y la doctrina de la Iglesia Ortodoxa se encuentran en las Escrituras, los decretos de los siete primeros Concilios Ecuménicos y en los escritos de los Padres de la Iglesia. Los cristianos ortodoxos adoramos a Dios en la Trinidad y honramos a los Santos, pidiendo su intercesión ante Dios (Prov.15:29 y Núms. 11:2). Entre los Santos el lugar principal es el de María pues a través de ella Dios vino a nosotros. De acuerdo con el Séptimo Concilio Ecuménico (año 787), veneramos los iconos, no por sí mismos, sino como representaciones de Cristo y los Santos, pues si Dios tomó forma física, se le puede representar físicamente.

Reconocemos Siete Sacramentos:
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El Bautismo y la Crismación son los medios de entrar en la Iglesia. En la Eucaristía participamos del verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo, para la remisión de los pecados y la vida eterna. En la Confesión Cristo nos da, a través del confesor, el perdón de nuestros pecados. Al pecar, no solo ofendemos a Dios, sino también a la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, del cual somos miembros. Por lo tanto tenemos que pedir perdón ante un ministro de la Iglesia.


A través del sacramento de la Ordenación , la Iglesia Ortodoxa ha tenido sucesión apostólica sin interrupción desde el día de Pentecostés. Por la imposición de manos de un Obispo, la Gracia Divina desciende sobre el que es ordenado y lo capacita para ser sacerdote y repartir esta Gracia, que es participación en la vida de Dios. La Gracia Divina santifica la unión de dos seres en el Matrimonio , como Jesús bendijo la boda en Caná por su presencia y su primer milagro.
La Iglesia Ortodoxa admite que hombres casados sean ordenados presbíteros , sin imponer arbitrariamente el celibato sacerdotal. El que un hombre tenga vocación al sacerdocio no quiere decir que necesariamente Dios le dé vocación al celibato también. La Iglesia Ortodoxa admite, en ciertos casos, el divorcio y segundas nupcias. Lo ideal es que el matrimonio dure hasta la muerte, pero los cónyuges son humanos y la Iglesia, aunque condena el divorcio, comprende que somos débiles e imperfectos y no se ciega al imponer la ley. Los hijos son el fruto del amor de los padres y no se deben evitar a no ser por una razón grave. La Iglesia Ortodoxa, es madre y no tirana, por lo que deja que cada pareja tome la decisión, después de consultar con su padre espiritual. Por el sacramento de la Santa Unción son sanadas y curadas las dolencias del cuerpo y del alma.


El hombre no puede participar en la esencia de Dios pero puede participar en las “energías” o manifestaciones externas de Dios, que son parte de Dios, como los rayos del sol son parte del sol. Hay cosas que no se consideran posibles en el occidente cristiano, donde a lo más que puede aspirar el cristiano es a la "salvación" después de purgar sus faltas. La Iglesia Ortodoxa espera en sus miembros la "deificación", verdadera unión con Dios, un proceso gradual y dinámico que dura toda la vida y no sólo se decide al morir.


Estas son algunas de las características de la Iglesia Ortodoxa: Es Una porque nuestro Señor fundó una sola Iglesia. Es Santa por estar unida a su Única Cabeza, Jesucristo, y por la operación del Espíritu Santo. Es Católica porque no conoce límite de lugar ó tiempo. Es Apostólica porque fue fundada por los Apóstoles y mantiene sin cambio sus enseñanzas, escritas y orales. Y es Ortodoxa porque cree y enseña lo correcto. Esta es la Iglesia Ortodoxa, fiel a su Fundador y transmitiendo su mensaje al mundo durante veinte siglos sin añadir ni quitar.

SAN SERAFÍN DE SAROV

San Serafín de Sarov está considerado en Rusia como el San Francisco de Asís ortodoxo del siglo XIX. Nos hallamos ante un maestro espiritual que, a través de la tradición oriental y la Ortodoxia, habla con calor a todos los cristianos y es patrimonio de todos pues ha querido irrigar su vida con la luz divina y con la tradición más auténtica. Formado en una comunidad rigurosa, fue sucesivamente anacoreta, estilita, recluso y reformador del monacato femenino. Vivió largos años de ascesis y de silencio asimilando la nota más peculiar de la espiritualidad rusa: la herencia del hesicasmo, es decir, la transfiguración de toda criatura en virtud del sacrificio voluntario del amor y de la compasión.Al igual que Francisco, Prócoro (nombre que recibió en el bautismo) Mochnine , era hijo de un comerciante. Nació en Kursk. Tenía siete años cuando por primera vez lo "sobrenatural" se introdujo en aquella tranquila existencia de provincias. Durante una visita, en compañía de su madre, a una iglesia en construcción, se cayó desde lo alto del andamio que rodeaba el campanario... y se levantó sin ningún rasguño.Un "loco de Cristo" que tenía fama de conocer el futuro - le dijo a la animosa Ágata, su madre, un día que iba por la calle con sus dos hijos, ¡dichosa tú, por tener un hijo que será un poderoso intercesor ante la Santa Trinidad, un hombre de oración para el mundo entero!.Ágata se quedó extrañada cuando un día le pidió su bendición para irse con otros cinco muchachos, hijos de comerciantes, en peregrinación a Kiev, al Monasterio de las Grutas, para meditar sobre su porvenir y conocer cual era la voluntad de Dios sobre ellos. Ese Monasterio era cuna de la cultura cristiana de todo el país y fue fundado por un monje del Monte Athos. Kiev era una ciudad santa "la madre de las ciudades rusas" en donde el Príncipe Vladimiro en 989 hizo que se bautizara su pueblo en el río Dniéper.La respuesta que buscaba Prócoro se la dio el anciano Padre Dositeo que aprobó sus deseos de hacerse religioso y le orientó hacia un monasterio del que ya había oído hablar el joven: el "desierto de Sarov". Allí ingresó el día 21 de Noviembre de 1778, fiesta de la Presentación en el Templo, aquel joven de 19 años.Ocho años después de su ingreso en el Desierto de Sarov, Prócoro fue considerado digno de llevar el hábito monástico. Sin pedir su opinión, le pusieron el nombre de Serafín que en hebreo quiere decir "radiante de esplendor".
Poco después seria ordenado Diácono y al día siguiente Presbítero, pero antes tenía que pagar una deuda de gratitud. Fue a su ciudad natal para despedirse y abrazar por última vez a su madre y predijo a su hermano Alexis, que moriría poco después que él, tal como efectivamente sucedió. Fue también un 20 de Noviembre, de 1794, exactamente dieciséis años después de su entrada en el convento cuando salió para vivir su vida eremítica, tenía 35 años.El padre Serafín experimentó esta vida y diría más adelante: "Los que viven en los monasterios, luchan con los enemigos del género humano como contra palomas; los anacoretas, como contra los leones y los leopardos".El bosque que sirvió de "desierto" al padre Serafín era inmenso y sombrío. Una modesta choza, situada en la orilla escarpada del río, a unos seis kilómetros del monasterio, le servía de ermita.A un lado un icono, una olla en otro, un taburete de madera para sentarse; eso era todo. Aquel espacio fue bautizado con el nombre de "Monte Athos". Un ermitaño, para evitar el aburrimiento, necesita organizar el tiempo lo más estrictamente posible. La jornada del padre Serafín comenzaba a media noche. Seguía la regla de San Pacomio el Grande , en vigor entre los padres del desierto. Para empezar recitaba el oficio de maitines y de laudes. A las nueve tercia, sexta y nona. Finalmente, después del mediodía, cantaba vísperas y completas. Al caer la noche rezaba las oraciones para antes del sueño, acompañadas de numerosas postraciones como suelen hacerlo los monjes orientales. Entretanto, hiciera lo que hiciese, la oración del corazón ponía ritmo ininterrumpidamente a sus actividades. El padre Serafín cultivaba un huerto. "La oración y el ayuno, la soledad y la abstinencia forman la cuadriga que conduce al alma al reino de Dios", decía el habitante del pequeño desierto lejano.
A media noche, los osos, los lobos, las liebres y los zorros, así como los lagartos y reptiles de toda clase, rodeaban la ermita. Terminada sus oraciones, el asceta abandonaba su celda y se ponía a darles de comer. Un oso grande, en particular, gozaba de la intimidad del santo varón. (En memoria de San Serafín se prohibió hasta la revolución soviética la caza del oso en el bosque de Sarov). El padre Serafín concedía una gran importancia al ayuno. Con el tiempo decidió prescindir del pan. Luego dejó de cultivar sus legumbres. Serafín de Sarov dormía sobre una piedra, con un tronco por almohada, o bien sentado en tierra apoyado en la pared, con la cabeza entre las rodillas. Comía, una vez al día, un poco de berza y una pizca de avena seca.El padre Serafín discernía los espíritus, adivinaba el porvenir, mantenía relaciones telepáticas con ermitaños que vivían a millares de kilómetros de distancia, respondía a las cartas sin abrirlas nunca. Tenía el don de levitación y de bilocación y se le concedió la gracia de hacer milagros y de curar a los enfermos. "Nadie es profeta en su tierra", dice la Biblia. Cuánto más gente recibía el padre Serafín y cuántos más milagros hacía, mayor era el recelo y la animosidad con que lo miraban los monjes del desierto de Sarov. El padre Abad desaprobaba a aquel viejo inconformista, cuya presencia alborotaba la marcha normal de la vida monástica. Se sentía envejecer y le fatigaba la gente que cada vez más numerosa acudía a verle al Desierto y le perseguía por el bosque.Un año y nueve meses antes de morir, Serafín tuvo la dicha de recibir la visión, por última vez, de la Theotokos. Fue el 25 de marzo de 1831, día de la Anunciación, al amanecer...

LA FE ORTODOXA


La Fé Ortodoxa.
La palabra "Ortodoxa" procede del griego "orthos" significa "recto" y "doxa", "gloria". Así pues, Ortodoxo significa el camino recto en el sentido de justo, el camino recto de la glorificación de Dios, es decir, una manera conforme a La Revelación de Dios por Sí mismo. La fe Ortodoxa proclama dos dogmas: "el dogma trinitario" - tres Personas divinas en Un solo Dios y "el dogma de la encarnación" - la unión en Jesucristo de la naturaleza divina increada y de la naturaleza humana creada. La palabra "Católica" procede también del griego "Katholicos" que significa universal. Pero más que la universalidad, este término representa la multiplicidad de lo creado emanante de una unidad de lo increado.Conforme al principio de las tres personas divinas en un solo Dios, la Iglesia es católica en su conjunto así como en cada una de sus partes. Cada Iglesia local vive según el camino recto de glorificación de Dios (ortodoxia); está en comunión con un todo y posee también una "catolicidad" en plenitud. Lo importante no es una simple adición de todas las partes sino que cada parte posee la plenitud total. Este es el "canon" de todos los cánones de la Iglesia, la base de la eclesiología ortodoxa.Según su Gracia Monseñor Kallistos: "La Iglesia Ortodoxa es una familia de iglesias independientes. No hay una organización central que la dirija; ningún prelado tiene el poder absoluto en el seno de la Iglesia, la cual forma un solo cuerpo por el doble hecho de la unidad de la fe y de la comunión dentro de sus sacramentos".El Padre Alexander Schememann, del Seminario de San Vladimiro en Nueva York, dice: "Ningún Patriarca ni ningún Sínodo, ya sean de Moscú, de Belgrado o de cualquier otro lugar, tiene un carisma infalible para comprender mejor las necesidades y la verdadera situación en los Estados Unidos, que los fieles que constituyen la Iglesia. Al contrario, los reconocimientos y las excomuniones sin fundamento, han provocado un gran caos en el seno de la Iglesia Ortodoxa".
La Iglesia católico-romana se llama "católica" pero no tiene la exclusividad de este título. El título exacto de la Iglesia llamada "ortodoxa" ó "Iglesia ortodoxa universal" es: Iglesia Católica Ortodoxa.La Iglesia Ortodoxa solo reconoce los 7 primeros Concilios como "Ecuménicos". Por ello, los Concilios llamados Ecuménicos, solo tendrán lugar una vez que todas las iglesias se reúnan a fin de restaurar verdaderamente el concepto de Iglesia Universal tal como lo entiende la Iglesia Ortodoxa, esto es, desde los tiempos apostólicos. Como ha sido desde los 7 primeros Concilios, la Iglesia indivisa se basa en la Fe definida por los Santos Padres de la Iglesia y ha cumplido su misión Universal que es anunciar a CRISTO Y A SU OBRA.

LA VENERACIÓN DE LOS ICONOS

El Fundamento Teológico de la Veneración de Iconos.
La Iglesia Ortodoxa tiene un tesoro muy importante, las obras de los Santos Padres en el ámbito del arte eclesiástico. La veneración de los santos iconos en la Iglesia Ortodoxa, tiene una correspondencia total con las Sagradas Escrituras. Es un objeto que entra orgánicamente en la vida de los oficios divinos. El significado que la Iglesia da al icono canónico, es decir, aqu ella imagen específica que ella misma ha elaborado en el transcurso de su historia en la lucha contra el paganismo y las herejías; aquella imagen por la cual, en el período iconoclasta, pagó con la sangre de sus mártires y confesores de la fe.Icono es una palabra griega que significa "imagen, representación". En el icono la Iglesia ve un aspecto de la enseñanza cristiana de la fe y la expresión del Cristianismo en su totalidad, la Ortodoxia. Por ello, es imposible comprender o explicar el arte eclesiástico fuera de la Iglesia. El icono, como imagen sagrada, es una de las manifestaciones de la Tradición de la Iglesia. La veneración de los iconos del Salvador, la Madre de Dios, los ángeles y los santos es un dogma de la fe cristiana formulado por el VII Concilio Ecuménico - un dogma que emana de la confesión fundamental de la Iglesia: la encarnación del Hijo de Dios.
Al defender los iconos, la Iglesia Ortodoxa defendía el fundamento de la fe cristiana: el dogma de la encarnación , ya que el icono del Salvador es al mismo tiempo, testimonio de Su encarnación y nuestra confesión de Jesucristo como Dios. "Yo vi la imagen humana de Dios y fue salva mi alma," dice San Juan Damasceno.De este modo, el arte litúrgico es, no sólo nuestra ofrenda a Dios, sino también el descenso de Dios; el arte en el cual se produce el encuentro de Dios con el hombre, de la gracia con la naturaleza, de la eternidad con lo temporal. La tradición es la revelación que sigue viviendo. Es la vida de la Iglesia en el Espíritu Santo. La experiencia de aquel que la recibió, crece con la experiencia de todos los que la recibieron después que él. Esta conjugación de unidad de la verdad y de la revelación con la experiencia personal de su recibimiento es uno de los aspectos fundamentales de la Ortodoxia: su característica de ser Conciliar.
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Significado de la "Canonicidad" de los Iconos.
La caída de la Iconograía como consecuencia de la Caída Espiritualidad.